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Raíces

Adriana López Fernández Vivancos • 20 de febrero de 2023

Huele a café recién hecho.

Me despierto entre una nube de divagaciones por descifrar el día, que se ahuyenta al descubrir que es viernes y él está en casa. Se debe al teletrabajo, y es el día en el que cuidadosamente riega cada una de las plantas que tenemos en casa. Emplea mucho esmero; las mima, y las vaporiza con un espray de agua. A los viernes no les falta el café.

Con mi café en mano, camino hacia la ventana por la que se asoman los pájaros y saludan entre acrobacias, parece que les gusta mostrarse, y una vez expuestas sus peripecias se aposentan en la rama de los pinos que protegen la intimidad de la casa. Si dejo caer la mirada puedo ver las raíces de uno de los árboles queriendo salir de la tierra. Grandes y robustas, sosteniendo a un pino que casi roza el cielo.

El viernes pasado, inmerso en el riego, rompió una ramita de una de las plantas, se acercó a mí con cierta preocupación de haberla hecho daño. Cogimos un tarro, lo llenamos de agua y la ramita sumergió su trasero. Con el paso de los días empezaron a crecer sus raíces. Pequeñas y delicadas.

Cada día las observo crecer al mismo ritmo que crecen mis pensamientos. A menudo mis raíces y mis pensamientos se enlazan, bailando, creando una música, y yo aplaudo, aunque veces, intento escaparme, no siempre traen buenos recuerdos.

Las raíces son las que nos sostienen para que no caigamos. Mis raíces me recuerdan quien soy cuando estoy perdida. Entre el ruido de la vida encuentro en ellas el silencio y la calma. Cuando hace viento me sostienen y hacen que mis pasos sean firmes. No siempre fue así, hubo años en los que quise cortarme las raíces, como si pudiera andar sin pies. Como si pudiera volar sin alas.

Si las dejas crecer serán fuertes cimientos que te permitirán llegar hasta lo más alto, donde caminan los picos de las montañas, soplan las copas de los árboles, las nubes enlazan los paisajes y entre todo ello, tus sueños esperando a ser cumplidos.

Si despejo las nubes puedo ver el horizonte, allí es donde él se encuentra, regando las plantas. Debe ser viernes y nuestras raíces, ya habrán crecido.

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El tiempo , es caprichoso y siempre quiere hacer las cosas a su manera. No le gusta empezar la semana, los lunes, suele estar cansado y la pereza es participe de cada movimiento, haciendo que cada segundo cuente y los minutos sean eternos. Después de comer siempre se echa la siesta y se le olvida contar las horas. Le gustar ver tiritar, por lo que cuando hace frío, directamente, se paraliza. En los conciertos suele emocionarse y sus pulsaciones se aceleran a buen ritmo. También le ocurre cuando escucha risas, y los segundos y minutos no dejan casi ni rastro de haber pasado por allí.
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Al jazz le gusta jugar a la improvisación, al dejarse llevar, al hablar sin decir nada pero sonándolo todo. Si observas, verás a los músicos como se traspasan los sonidos, dejándose espacios en los que otro interactúa. El jazz es comunicación en su más amplio significado. Y este trío sabe bien lo que quiere decir.
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Hace tiempo que me siento como el sol de invierno. Voy despacio, tranquila, con cuidado, de no manchar, de no estropear, de no romper. Con cuidado de hacerme notar. Días, en los que se me aprecia un poco más. Días, en los que me dejo cubrir. Pero no caliento. Estoy tímida y tengo frío.
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