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El mecanismo del tiempo

Adriana López • 26 de marzo de 2023
Lentamente se ha cubierto con un manto gris, el cielo.
Caen las primeras gotas, sonando una, tras otra, con espacio entre ellas, para asimilar. 
Llueve, suena Bill Evans.

Las teclas del piano suenan al mismo ritmo que la lluvia. La melodía se disipa y parece que se ha despejado. 
Hoy me despertó el sol, acompañado de un cielo azul intenso, y el viento, que decía que venía del norte. Atenta el frío y la lluvia. 
Los minutos hacían pausas, en cada segundo que los componía, según más viento soplaba. Y ahora, refugiada en casa, se aceleran, 
haciendo llegar rápidamente la noche. 

No me han dado tregua para terminar el cuadro que tanto ansiaba finalizar, ni leer el capítulo que me esperaba con paciencia, 
ni escribir el texto lleno de palabras que brotaban de mis pensamientos. Esta tarde, los minutos tenían prisa. Y yo, no tanta. 
Quería aprovechar, alargar, estirar, gozar de una tarde con nombre de sábado y sé que ella también de mi. Pero hemos sido víctimas del tiempo 
y ahora no hay marcha atrás. 

Con los años le voy conociendo, es caprichoso y siempre quiere hacer las cosas a su manera. No le gusta empezar la semana, los lunes, suele estar cansado y la pereza es participe de cada movimiento, haciendo que cada segundo pese y los minutos sean eternos. Después de comer siempre se echa la siesta y se le olvida contar las horas. Le gustar ver tiritar, por lo que cuando hace frío, directamente, se paraliza. En los conciertos suele emocionarse y sus pulsaciones se aceleran a buen ritmo. También le ocurre cuando escucha risas, y los segundos y minutos no dejan casi ni rastro de haber pasado por allí. 

Ayer, frustrada y un poco furiosa le escribí, y pensé que me había tenido en cuenta, pero nos ha quitado una hora. 
A veces, también es tramposo.
Dicen, que el tiempo lo cura todo. Pero creo que hay que saber jugar con él y no dejar que pase, sin más. 

Cayó la noche, y con ella, las luces de las casas se encendieron, una tras otra, como si cantasen o quisieran ser pintadas. 
Las gotas, con intervalos de viento, siguen dando golpes a mi ventana. 
Quizás, si salgo fuera, el tiempo vuelva a pararse para verme tiritar. 

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