Con el canto del rezo de fondo podría adivinar la hora.
A la orilla del río Ganges.
Cuántas veces oí hablar de él y cuántas lo pensé. Pero nunca mi
imaginación podría haber descrito un lugar igual.
Los niños vuelan sus cometas mientras sus madres incineran al
último de los suyos. Mas nadie le llora, fue buena persona
y le espera una nueva vida por delante. Yo alcanzo a ver sus pies quemándose para que, una vez hecho cenizas, sea arrojado al río.
Al mismo río donde ellos se bañan haciéndose fotos mientras juegan, y aquella chica con el jabón en sus manos nos sonríe a la vez que se acerca a darse un baño. Debe ser que el agua no la regalan y no vive en un buen lugar.
Un perro delgado salta con cuidado al borde de un contenedor
circular de metal para adentrarse en él y comer. Tiene tanta hambre como el señor que se acercó a explicarnos sobre la incineración que estábamos viendo. Y de paso, una propina.
Todos nos miran, nos observan, y algún valiente se acerca.
Este país está lleno de valientes.
Seguimos caminando por la orilla del Ganges.
El suelo esta embarrado, sucio y abasurado.
Aunque esta palabra no exista la aplicamos a la situación, ya que sería un gran adjetivo.
Nos cuentan que las lluvias inundaron la ciudad y hoy caminamos por donde hace pocos meses lo cubría el río.
Se oyen risas a lo lejos.
La felicidad no solo la tienen los ricos.
El cielo es gris, con una pequeña tonalidad de azul. Hace mucho calor. Casi agotador.
Miro a mi derecha y mis ojos se sorprenden al ver una manada de
búfalos sumergidos hasta sus cabezas.
Un pájaro se aposenta sobre una de ellas.
Me faltan palabras. Muchas. Para poder contar qué siento.
Quisiera gritar, reír o incluso llorar. Son tantas las emociones que se quedan dentro, y simplemente observo.
Hoy mi camiseta resulta ser más escotada y ellos vienen. Se paran y me miran. Sus ojos me penetran mientras mi sudor abrillanta mi rostro.
Si no camino decidida, una aglomeración de gente me rodeará.
Decidimos caminar, caminar, caminar hacia adelante.
El caos. La locura. La improvisación. El todo es posible nos persigue.
Y allí vemos una ceremonia. De repente, silencio, y todos atentos a sus cantos y palabras.
He encendido y arrojado al río una vela para mi buen karma.
Los niños se acercan. Me tiran del brazo y me suplican por dinero.
Su gesto indica hambre.
Los olores. Múltiples. En cada paso. Ya casi me he acostumbrado, pero hoy había uno que destacaba. El olor a leña quemada, que resultó no ser madera, sino un cuerpo.
Viaje a la India. Varanasi. Caminando por las orillas del Ganges.
Día 14 -
Adriana López
Fotografía de Adriana López