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Iba despeinada

Iba despeinada

Entró en el tren.
Iba despeinada.
Con la ropa del día anterior
y hablaba por teléfono.
Sus ojos contaban tristeza
pero su voz era serena.

Le escuchaba decir
que por no ser feliz
tuvo que terminar la relación.
Que no podía estar con alguien
que no le hiciera sonreír tanto
como ella sonríe por sí misma.
Que, aunque una pena enorme
le recorría el cuerpo,
se sentía aliviada.
Lo llamaba libertad.

Cayó una lágrima
y sentenció la llamada.
Qué valiente aquella chica
despeinada
que subió al tren.

Adriana López

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